Período 2

A partir de la segunda mitad del siglo I d.C. y hasta las primeras décadas del siglo II d.C. todos los espacios de la necrópolis que quedaban libres fueron ocupados por nuevas tumbas y se reordenó el área, creando terrazas a lo largo de la ladera de la colina y pequeños rellanos, a los cuales se asomaban los sepulcros. Puesto que algunas tumbas habían quedado sepultadas por hundimientos del terreno, surgió la necesidad de construir nuevas tumbas de mampostería: sus dimensiones eran mayores de las anteriores y contaban con elegantes decoraciones en estuco y pinturas. Cuatro tumbas de dimensiones medianas, construidas en fila y alineadas según el recorrido de la Vía Triumphalis, se impusieron como contención de la ladera, donde esta había sido asolada por un gran desprendimiento.
En ese período comienza a afianzarse la práctica de la inhumación. Los sepulcros, que con frecuencia eran habitaciones sepulcrales de rito mixto, presentaban en su interior las ollas cinerarias y simultáneamente los espacios para las inhumaciones (formae), excavados bajo el plano del pavimento o en las paredes, bajo pequeños arcos (arcosolios). A veces los cuerpos inhumados se deponían directamente dentro de las fosas excavadas en el terreno o bien en sarcófagos situados al aire libre cerca de las tumbas.