Sala de los Misterios

La última de las estancias alineadas en el ala del palacio pontificio construidas por Nicolás V (1447-1455) y definidas “estancias secretas” en cuanto reservadas al uso privado del Pontífice, toma su nombre de los Misterios de la Fe, es decir, acontecimientos prodigiosos enunciados en los episodios más significativos de la vida de la Virgen y de Cristo: la Anunciación, el Nacimiento de Cristo, la Adoración de los Magos, la Resurrección, la Ascensión, la Venida del Espíritu Santo, la Asunción de la Virgen.
Los primeros tres y los últimos dos episodios representan respectivamente momentos gozosos y de triunfo de la vida de María, a la cual el Papa Alejandro VI estuvo vinculado por una devoción especial.
Ésta es la última sala decorada por Pinturicchio, que encomendó gran parte del trabajo a su taller, realizando su obra maestra en el memorable, espléndido y enormemente expresivo retrato de Alejandro VI, envuelto en sus fastuosas vestiduras pontificales y arrodillado a los pies de Cristo en la Resurrección.
Coronan la sala dos arcadas de la bóveda de crucería separadas por un gran arco, decoradas con la abundancia habitual de símbolos heráldicos (toro, doble corona) y en las enjutas ocho tondos con los bustos de Profetas identificados como Miqueas, Joel, Jeremías, Sofonías, Isaías, Salomón, Malaquías y David, cada uno con una cartela en la que están escritos versículos que anticipan los Misterios de la parte superior.
La restauración completada en 2006 recuperó la brillantez de los colores originales y reveló una decoración de las paredes, que antaño se consideraba del s. XVIII y fue recubierta con tapicerías cuando la sala se tuvo que adaptar a la exposición de obras de la Colección de Arte Religioso Moderno (1973), que en cambio resultó ser originaria. Emergieron algunas falsas hornacinas en las que se colocan objetos litúrgicos e insignias papales, y refinadas decoraciones grutescas a imitación de las pinturas romanas redescubiertas en aquellos años en la Domus Aurea de Nerón, las cuales originaron un gusto anticuario que se difundió con ilimitado éxito durante todo el s. XVI y que ciertamente Pinturicchio conoció.