Capilla Nicolina

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Vista de conjunto
Vista de conjunto
Beato Angélico, La consagración diaconal de San Lorenzo, 1448
Beato Angélico, La consagración diaconal de San Lorenzo, 1448

Situada en el corazón del Palacio Apostólico, a dos pasos de las Logias de Rafael y de los espacios en los que más tarde se extendió el Apartamento de Julio II y León X, la Capilla Nicolina debe su nombre al papa Nicolás V (Tommaso Parentucelli, 1447-1455), que ordenó su construcción en correspondencia con los dos últimos planos de la torre que había hecho construir Inocencio III (1198-1216), o sea el cuarto pontífice con ese nombre (1243-1254), como protección de un preexistente núcleo palacial. La suntuosa decoración de la Capilla —que dos pagos de febrero-marzo de 1448 asignan al dominico Fra Giovanni da Fiesole, conocido como Beato Angélico (aprox. 1395-1455)— es una de las obras capitales del s. XV italiano y es probablemente la cumbre de lo que se ha definido el «Humanismo cristiano» del pintor florentino. Los frescos que revisten su interior tienen su inicio en la pared a la derecha del altar, hacia las estancias secretas del Papa, y se subsiguen en dos órdenes superpuestos a lo largo de todo el perímetro del ambiente, hasta concluir en la pared opuesta, hacia la camera paramenti superior, donde tenía su sede la Guardia de los Lanzi. Ilustra episodios de la vida de san Esteban y san Lorenzo, expresados en paralelo según la ley retórica de las correspondencias, a partir de las respectivas consagraciones diaconales hasta el generoso testimonio de fe, que culmina en el martirio. El techo, dividido en cuatro enjutas por las nervaduras de la bóveda, está dominado por la representación de los Cuatro Evangelistas, cuya autoridad —sobre la cual reposan los fundamentos de la doctrina cristiana— se transmite simbólicamente a los ocho Doctores de la Iglesia, representados dentro de hornacinas en los grandes arcos que enmarcan las paredes. Si bien son numerosas, en las arquitecturas y las poses, las citas desusadas de lo antiguo, ya es plenamente renacentista la fuerza moral que irradia de la variada humanidad de los frescos, heroica y digna como los protagonistas de la historia clásica.