Museos Vaticanos

Giocoliere es una declinación madura de uno de los temas que Marino selecciona y reelabora a lo largo de su carrera. Desde mediados de los años veinte el mundo circense con las presencias que lo animan, entran a formar parte de su vocabulario iconográfico. El escultor realiza este yeso policromo —símbolo de una humanidad privada de certezas e idealmente vinculado al tema de la Crucifixión, tanto que se ha definido “Malabarista-crucificado (o ahorcado)”— en 1946, cuando regresa a Milán desde Suiza, donde había transcurrido los años de la guerra. Todavía turbado por el conflicto, que tanto había influenciado su imaginario también en los años juveniles, con la aparición de los primeros temas religiosos, en esta circunstancia Marino recupera las mismas sugestiones para elaborar una figura magistralmente simplificada, recordando de nuevo la Pasión de Cristo.