Museo Chiaramonti

Museo Chiaramonti

El Museo Chiaramonti, ubicado en la galería que conecta el Palacete de Belvedere con el resto de los Palacios Vaticanos, toma su nombre del papa Pío VII Chiaramonti (1800-1823) y marca un momento importante en la historia de las colecciones vaticanas. Con el Tratado de Tolentino (1797), el Estado Pontificio tuvo que ceder a la Francia de Napoleón las grandes obras maestras del Museo Pío Clementino. Posteriormente, el Congreso de Viena (1815) y la acción diplomática de Antonio Canova permitieron la recuperación de casi todas las esculturas incautadas. A través de una extensa campaña de adquisiciones, realizadas entre los anticuarios romanos y los excavadores activos del Estado Pontificio, se creó en 1806 el nuevo museo.
Los criterios para la colocación de las obras se deben al mismo Canova, que trataba de presentar juntas a las "tres artes hermanas": la escultura, en las obras antiguas expuestas; la arquitectura, en las estanterías obtenidas de los antiguos marcos arquitectónicos; y la pintura, en los frescos. Estos últimos fueron realizados por jóvenes artistas de la época a expensas de Canova. La serie de pinturas ilustraban los méritos del pontífice respecto a las artes y a los monumentos de Roma; la devolución de las obras vaticanas por parte de Francia se conmemora en el luneto de la pared XXI. La preparación, con una rigurosa actitud que evita aislar las obras maestras favoreciendo una reciproca comparación, muestra la influencia de las ideas de Quatremére de Quincy que, en controversia con los secuestros franceses, consideraba que las obras de arte se entendían sólo de verdad si se encontraban en su lugar de origen y si se comparaban incluso con ejemplares de menor calidad. Constituido por casi mil piezas de escultura antigua, el Museo Chiaramonti presenta una de las colecciones más notables de retratos romanos, y destaca también por la cantidad de ejemplos de esculturas ideales y funerarias que posee.