Quetzalcóatl

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Quetzalcóatl
Quetzalcóatl
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El monolito de piedra rojiza, del que se sacó el objeto, fue meticulosamente esculpido y pulido. Representa al dios Quetzalcóatl, “serpiente emplumada”, en su manifestación animal. El artista ha reproducido con gran realismo las partes características del cuerpo del reptil: la cabeza con los pequeños ojos redondos y las narinas dilatadas, la boca con su lengua bífida, la cola con el cascabel visible en su extremo. Las plumas en relieve que recubren el cuerpo de la serpiente lo identifican como Quetzalcóatl: la “serpiente emplumada”, justamente.
Quetzalcóatl era una divinidad ya presente entre las principales figuras mesoamericanas antes de la aparición de la cultura mexica (más conocida en la historiografía occidental como azteca). De hecho, a lo largo del período clásico (250-900 d.C.) ya hay pruebas de su presencia en Teotihuacan, ciudad hegemónica del Altiplano central. Los Mexicas adoptaron el culto de la “serpiente emplumada” como forma de legitimación de su poder en el Valle de México. Bajo el dominio mexica, Quetzalcóatl fue una de las divinidades más importantes del panteón: se le consideraba una de las entidades creadoras; había creado a los hombres de la quinta era; inventor de la agricultura y la artesanía; se le asociaba a la casta sacerdotal y a las ceremonias religiosas. Su aspecto predominante es el del héroe que civiliza, detentor del poder político de la civilización tolteca. En la religión mexica, Quetzalcóatl se contraponía a un antagonista mítico, Tezcatlipoca, “espejo humeante”, dios de la noche, capaz de asumir aspectos y formas distintas, que representaba su contraparte dualista. Quetzalcóatl también poseía otras manifestaciones, como Ehécatl, el dios del viento, y Tlahuizcatlpantecuhtli, el Señor del Amanecer: Venus.