Museos Vaticanos

La lápida sellaba la tumba de un niño llamado Asellus, fallecido antes de cumplir los siete años y enterrado en el cementerio de Hipólito en la vía Tiburtina. A la derecha está compaginado el breve texto del epitafio, escrito con caracteres irregulares, en un latín más bien incorrecto como es típico de las inscripciones de cronología avanzada (finales del siglo IV). En la mitad izquierda está representados los rostros de los apóstoles Pedro y Pablo, con sus respectivas leyendas, acompañadas por un monograma cristológico (combinación de chi y rho, primeras dos letras del nombre griego Christós). Los rostros, caracterizados por la intensidad de las miradas, crean dos “retratos” sencillos pero muy eficaces, fieles ya a las canónicas fisionomías atribuidas a los dos santos en la Iglesia antigua. Idealmente, en las intenciones de quien preparó la tumba, el pequeño Asellus (“Asnillo”, probablemente un diminutivo cariñoso) en el Más Allá estaba encomendado a la protección de los dos venerados patronos de la Iglesia romana.