Fue el papa Benedicto XV quien fundó en 1916 la pontificia Fábrica-Escuela de Tapices, a la que se asignó una función principalmente formativa, cuya finalidad era esencialmente tejer nuevos tapices. En cambio, a partir de 1926, el papa Pío XI confió a las Hermanas Franciscanas Misioneras de María la restauración y la conserva­ción de los tapices.
La tarea primordial de las hermanas era integrar en el equipo la mano de obra femenina y supervisar que se respetara el horario y la disciplina; mientras que toda forma de competencia respecto a la conservación y la restauración de los tapices era una prerrogativa del Maestro Tapicero de la Fábrica-Escuela, que contaba con la colaboración de un Maestro Tintorero.
Desde su fundación, el personal del Laboratorio de restauración de tapices y tejidos de los Museos Vaticanos siempre se ha preocupado de actualizar las técnicas de trabajo, las herramientas y la maquinaria útiles para mejorar la conservación de las obras, tales como los grandes tapices que se les encomiendan.
Por eso, con el tiempo, comenzaron a trabajar junto con las hermanas algunas restauradoras laicas altamente especializadas, formadas en las escuelas de restauración italianas más famosas.
Actualmente, el Laboratorio —que coordina Chiara Pavan— cuenta con la colaboración de siete restauradoras, tres de las cuales son hermanas.