La actividad dirigida a preservar las antigüedades en material lapídeo y yeso guardadas en los Museos Vaticanos tiene raíces y tradiciones tan antiguas como las propias Colecciones pontificias.
Las figuras llamadas a desempeñar una tarea tan importante son diversas a lo largo del tiempo: desde fines del siglo XVIII y hasta los Pactos Lateranenses, los propios escultores son quienes intervienen directamente en las obras; después de 1929 la actividad se atribuye también a los formatori. Los años veinte del siglo XX ven como protagonista al escultor y Director artístico de las Esculturas Guido Galli, que puede hacer alarde de tener en su ascendecia un vínculo directo con Antonio Canova, mientras que en los años treinta, con Francesco Mercatali, adquiere cada vez mayor consideración la figura del formatore, que trabaja en relación estrecha con la estructura del Museo y en relación directa con las actividades de restauración.
En las décadas posteriores, el restaurador —cada vez menos escultor— que trabaja en el Museo con frecuencia es la misma persona que ejecuta intervenciones de formatura porque estas dos actividades diversas se entrelazan, y en ambas se desarrolla una sensibilidad a la conservación cada vez más alta.
A lo largo de los años, la sede de las intervenciones de restauración en material lapídeo cambia varias veces hasta que, en 1984, se construye la moderna estructura del entonces “Laboratorio de restauración de mármoles y calcos”, un espacio amplio y luminoso, dotado de instalaciones e instrumentos a la vanguardia.
A mediados de los años ochenta aumenta progresivamente la plantilla, con la entrada de restauradores provenientes de experiencias diversas y complementarias, hasta llegar a tener hoy un equipo compuesto por ocho especialistas del sector. Desde 2006 coordina el Laboratorio de restauración materiales lapídeos el maestro Guy Devreux.