La Oficina, instituida en 2008, representa una novedad significativa del último Reglamento de la Dirección de los Museos. Aunque sus funciones sean de tipo técnico-científico, el nombre elegido para la nueva estructura desea claramente recordar la tradición vaticana en aspectos de mantenimiento. Su probable precursora, la Oficina del Mundator, fue instituida en 1543 por Pablo III Farnese con la tarea de proveer a la desempolvadura periódica de la Capilla Sixtina y de otros ambientes de los Palacios Apostólicos (…bene mundare et tenere mundatas ac a pluriuso et aliis immundatiis etiam ex fumo luminarium…). Dicho encargo se encomendó a Francesco Amadori llamado Urbino, discípulo de Miguel Ángel, menos de dos años después de la conclusión del Juicio universal. No se trataba, por tanto, de reparar los daños que ya habían afectado a las pinturas, sino de actuar con finalidad puramente preventiva.
Las buenas prácticas de mantenimiento han existido siempre y con ellas la conciencia de que el cuidado minucioso y constante del patrimonio es una condición necesaria para su supervivencia. Hoy, en la cultura de los Museos Vaticanos, meta de millones de visitantes cada año, parece cada vez más necesario lograr llevar a cabo estas actividades con la mejor sinergia posible, al poder contar con protocolos científicamente probados y personal correctamente formado.
El “modelo de conservación sostenible” en marcha desde hace algunos años prevé, junto a la intervención de restauración —por naturaleza selectiva y dirigida a cada obra— una robusta estrategia de soporte constituida por prácticas coherentes, coordinadas y programadas de mantenimiento ordinario y extraordinario de todo el patrimonio.
Coordina la Oficina Marco Maggi, coadyuvado en las actividades por Alessandro Barbaresi.