Período 3

Desde mediados del siglo II hasta el siglo IV d.C. el paisaje de la necrópolis estaba dominado por tumbas de cámara más imponentes, una al lado de la otra. Estos sepulcros se insertaban en los varios saltos de altitud del terreno, regularizados por varias intervenciones para hacer frente a los continuos desprendimientos de la colina. En la parte septentrional del área arqueológica, hacia mediados del siglo II d.C., un gran desprendimiento de grava y arcilla arrasó la pendiente deteniéndose contra una hilera de columbarios. Como consecuencia de este evento, que conllevó un levantamiento del terreno de más de un metro, se erigieron dos largos muros paralelos que determinaron tres terrazas, a su vez conectadas por rampas. El nivel mediano fue ocupado por una calle, que los arqueólogos han individuado en la parte central del área que actualmente se puede visitar.
La mayor cabida de las cámaras sepulcrales permitía introducir también sarcófagos que contenían los difuntos inhumados, según la práctica funeraria entonces predominante en el mundo romano. Los cuerpos se deponían sobre todo en los nichos debajo de los arcosolios, cada vez más numerosos respecto al período anterior. Estos caracterizaban la altura de las paredes y afectaban también al plano subyacente al pavimento.
Otras sepulturas para inhumación, relativas a personas de nivel social modesto, estaban constituidas por fosas directamente excavadas en el terreno entre los edificios, a veces adosadas a ruinas de sepulcros ya enterrados.