Capilla de Urbano VIII

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Capilla de Urbano VIII
Capilla de Urbano VIII
Capilla de Urbano VIII
Capilla de Urbano VIII

La capilla nace en 1631 cuando, a petición del Papa Urbano VIII Barberini, los arquitectos destinaron a funciones litúrgicas una pequeña estancia de 5 metros por 4,40, cubriéndola con una bóveda con lunetos y decorándola con ricos estucos dorados.
Situada en la esquina suroeste de la Torre Borgia, contigua a la Estancia del Incendio de Borgo, el pequeño ambiente se convirtió en la capilla privada “del apartamento viejo” correspondiente a las Estancias decoradas por Rafael y utilizadas por los Pontífices durante casi todo el s. XVI como morada pontificia.
Los frescos narran Historias de la Pasión de Cristo. En los lunetos, la Flagelación, la Coronación de espinas, el Encuentro de Cristo con la Verónica; mientras que en la bóveda, el recuadro central con Cristo en el huerto está rodeado por angelitos con elementos de la Pasión. La decoración pictórica se encomendó al pintor florentino Alessandro Vaiani, que inició el trabajo poco antes de morir, probablemente asistido por su hija Anna Maria.
El retablo del altar, un fresco en el que se representa una Piedad con la Virgen, San Juan, Santa María Magdalena y Nicodemo fue, en cambio, realizado unos años después, en 1635, por Pietro da Cortona.
No se sabe cuál era el aspecto originario de las paredes, hoy decoradas con corambres (provenientes del Palacio Apostólico Vaticano y montados en la capilla probablemente en la segunda mitad del s. XIX). Los corambres, un precioso elemento decorativo de moradas ricas y nobles, eran una especie de antiguos papeles de empapelar en cuero constituidos por pieles de cabra, carnero o becerro especialmente tratadas con elementos vegetales y después revestidas con una lámina de plata o de estaño. El singular aspecto dorado que los caracteriza se obtenía extendiendo en toda la superficie barnices a base de aceite de lino y resinas mixtas a base de áloe o azafrán, de color amarillento, que aprovechaba en transparencia la luminosidad de la lámina metálica, simulando así el efecto del oro.