Museos Vaticanos

La pequeña lápida rectangular sellaba el sepulcro de un recién nacido en la Catacumba judía de Monteverde. El niño, muerto con apenas siete meses, se llamaba Judas (Ioudas): se trata de uno de los muchos casos que demuestran el uso de nombres semíticos (transliterados en caracteres griegos), de parte de miembros de la antigua comunidad judía trasteverina, así como sucede con Joses, Astér (Esther), Sabbatis, Maria, etc. El nombre mismo, en la primera línea, y la fórmula “aquí yace”, al final de la inscripción, están contenidos en pequeños marcos (tabellae ansatae). Alrededor, se desarrolla el clásico repertorio de los emblemas litúrgicos judíos, con representaciones estilizadas del candelabro de siete brazos (menorāh), de las ánforas para el aceite y del lulāv (la ramita de palma con arrayán y sauce, típica de la fiesta de sukkōt). A estos se añaden tres aves de dudosa interpretación, grabadas apenas antes del nombre del difunto.