Hidria ática del Pintor de Eucárides
Hidria ática del Pintor de Eucárides
Al combate entre Aquiles y Héctor asisten las respectivas divinidades protectoras, Atenea y Apolo. En el centro Aquiles avanza armado con espada, dispuesto a atacar. Héctor se ha caído, ya herido en el tórax y el muslo izquierdo del que brota sangre abundante; todavía embraza el escudo, mientras empuña inútilmente la lanza; en el suelo yace una lanza rota. Atenea levanta el brazo en gesto interlocutorio y asiste a Aquiles a quien ha asegurado la victoria con el engaño (la diosa hizo creer que era Deifobo prometiendo apoyo a Héctor para animarlo al combate; además había restituido a Aquiles la lanza tras el fallido golpe: cfr. Hom., Il. XXII, 225-275). Apolo, impotente para salvar a Héctor, está armado con un arco y empuña la flecha dirigiéndola amenazadoramente hacia Aquiles, del cual prefigura así el trágico destino, según lo que le había profetizado el propio Héctor en punto de muerte: será, en efecto, la mano de Paris guiada por Apolo la que dispare la flecha fatal a las puertas Esceas (Hom., Il. XXII, 359).
El Pintor de Eucárides, figura menor entre los pintores de inicios del s. V a.C., se considera un discípulo del Pintor de Nikoxenos, un ceramógrafo del Grupo de Leagros que después se convirtió a la técnica de las figuras rojas.