Sala XXII. Hemiciclo Superior. Colección de los vasos. Cerámica italiota

El recorrido semianular del Hemiciclo Superior está dedicado a la cerámica italiota, a través de una selección meditada de las principales producciones: originales de Luca, Apulia, Campania, Paestum; la de Sicilia, en cambio, no está representada en la colección vaticana.
Se trata de vasos figurados producidos en las ciudades griegas de Italia meridional en un período bastante definido, entre el año 440 y el año 300 a.C., obra de artesanos inicialmente inmigrantes de Atenas y que después abrieron talleres locales.
Los vasos italiotas que se exponen en el Museo Gregoriano Etrusco, derivan de una de las tradiciones helenísticas más antiguas en la historia de la cultura europea. En efecto, son preexistentes a la fundación misma del Museo, puesto que ya se encontraban en el Vaticano desde el s. XVIII, en la Galería Clementina de la Biblioteca Vaticana que a su vez acogió testimonios del coleccionismo más antiguo del s. XVII, que remiten a Nápoles y a la Italia meridional [cfr. crátera de Apulia del Pintor de Iliupersis].
Esto explica la presencia de estas cerámicas en la colección de los Museos Vaticanos, alejadas de los lugares en los que antiguamente fueron producidas y después halladas. En el caso en cuestión se trata de los hallazgos más antiguos de vasos italiotas, de los cuales no sólo ignoramos los contextos originales (por ejemplo, características de las tumbas, forma y composición de los ajuares) sino también las localidades de proveniencia.
Desde el punto de vista técnico la cerámica italiota se caracteriza por un empaste más pálido y un barniz menos brillante respecto a la producción ática. Las formas de los vasos se inspiran en el repertorio griego del tiempo, aunque introducen variantes locales. Entre los varios temas, revisten una notable importancia los mitológicos, claramente inspirados en las tragedias griegas. A la solemnidad que les es propia, se contraponen las parodias profanadoras de la comedia fliácea (Phliax, figura del cortejo dionisíaco), una farsa popular que floreció en las ciudades de la Magna Grecia entre el s. IV y el s. III a.C. [cfr. crátera atribuida a Asteas].
Además del mito y el teatro, los vasos afrontan temas relacionados con el culto funerario, como escenas ambientadas en la tumba, con evidentes referencias al mundo dionisíaco, entendido en su significado mistérico y salvífico en relación al tema de la muerte.
La contaminación cultural con las gentes indígenas de Italia meridional, a quienes estaban destinados los vasos, lleva a la constitución de un repertorio peculiar, que acaba por diferenciarse totalmente del griego originario.